Saltar al contenido

TR1ZT4N

las causas de la tristeza

Mes: octubre 2025

Mentiras inefables

Publicada el 2025-10-27 - 2025-11-20 por TRZTN

Imagino el relato, la trayectoria de los acontecimientos, como una serie de actos premonitorios: una suma de causas o el efecto de una mala combinación de historias. Historias que se alejan cada vez que las contamos, que se pierden en detalles aumentados por la ausencia, desdibujando el hecho que las invoca. El cine es ese dispositivo que nos hará eternamente parecer otra cosa. En suma, las imágenes: ese artefacto mágico y demoledor que construye memorias, proyecta reflejos fugaces, destellos sobre el agua en un mar de espejismos.

Imagino al personaje, una silueta que pronto adquiere voz propia y que esgrime argumentos con la certeza de que fueron pensados para él —o para ella—, pero que no encuentran eco en quien los escucha, porque parecen una pantomima de la vida real: un discurso demasiado perfecto, un diálogo demasiado creíble.

Imagino el escenario: un paisaje que vibra con la luz demorada del atardecer. El cielo se refleja en los edificios vidriosos y la luna comienza a elevarse sobre la cordillera. En primer plano, la terraza de un departamento caro, con muebles caros, con una decoración excesiva. El arte de contar aparece retratado en los objetos que recrean el mundo. Yo preferiría comenzar desde el vacío, impregnarme de la nada que emerge de la caótica existencia de los sueños, de donde provienen todas las historias.

Imagino mi cuerpo atrapado en un fotograma borroso, acaso el último plano de un film que no encuentra su desenlace en la continuidad. Y entonces no siento nada, no huelo, no transpiro, no ruego porque todo acabe de una vez o que permanezca allí para siempre. No creo en las historias que quieren parecerse a la vida de los otros, extraños mirados como en un microscopio. No porque no sea incapaz de quererlas, sino porque, en esencia, lo que pretenden decir encubre, tras su insoportable pulcritud, los paradigmas de la civilidad burguesa y su falso altruismo.

Imagino un cine del futuro, un cine de opciones múltiples que reavive el pasado con todas sus memorias: las perdidas, las olvidadas, las que nos obligaron a olvidar. La vida con sus contradicciones, sus pequeñas bajezas y esos grandes actos anónimos que nos rescatan del verdadero infierno: el círculo macabro de la sociedad de clases.

Imagino un cine que no busca competir con la realidad. Un cine que no existe para una determinada audiencia, porque eso pertenece a las artes “mayores”, a las pasarelas y las alfombras rojas. Prefiero, en cambio, la experiencia colectiva de la creación: ese instante en que la imagen se vuelve gesto compartido. Sabemos, de antemano, que esas imágenes solo producirán mentiras inefables, anhelos devenidos en retazos de un mundo imposible, exagerado, hiperbóreo: un territorio remoto donde las visiones se vuelven mercancía o recuerdo. Pero tal vez allí, en el límite que separa lo real de lo imaginario, el cine aún pueda soñar con el mundo, incluso cuando el mundo ya no quiera soñar con el cine.

Monstruos

Publicada el 2025-10-23 - 2025-10-23 por TRZTN

Él no lo sabe, pero dentro de sí lleva un monstruo. Detrás de esa sonrisa inocente y afable esconde un demonio que clama por salir en cualquier momento y romper la costura de su cuerpo torpe y desproporcionado. Desde niño tuvo las extremidades largas; en cierto sentido, su forma presagiaba la presencia de un ser oscuro, oculto entre la timidez y el desencanto de una vida solitaria.

Su padre, un hombre de negocios de carácter metálico, siempre le hizo sentir poca cosa. Y su madre, una judía con estudios en Yale y una gran capacidad para enseñar, pero débil de carácter, habría de señalarle el camino de la rectitud moral y las normas civilizadas de una familia burguesa. Ese no era el estilo de su padre, y él tampoco fue un modelo a seguir.

El hecho de que heredara el negocio familiar fue una desafortunada casualidad. Aunque se sabe que las casualidades son, en verdad, el efecto de algún mal movimiento, y para el caso, esta fue la causa de todos sus males. Su hermana —más bien, su media hermana—, hija de una mujer con quien su padre tuvo una aventura que nadie jamás conoció, era la legítima heredera del negocio. Ella era una copia fiel de su padre: ambiciosa, dura, de un filo que cortaba el aire con la mirada. Era ella quien debía tomar las riendas del imperio económico. Pero no fue así.

Será por eso que el destino de esa mujer quedó signado por un misterio irresoluto, encarnando toda la energía del padre, toda la astucia y, al mismo tiempo, toda la maldad, sin ser una mala persona. Es que las apariencias engañan hasta al propio portador de la desgracia. Hasta el momento en que la vida te pone frente a un espejo que no puedes negar, no puedes cerrar los ojos ante tu verdadero yo.

Lo cierto es que una noche salió de improviso a la calle, con los ojos enrojecidos por la flama oscura del insomnio. Cogió el auto y manejó sin saber muy bien hacia dónde iba, hasta que, antes del amanecer, en medio de un camino boscoso, sacó la pistola que tenía guardada en la guantera. Salió del coche como un endemoniado y caminó unos metros entre la hierba espesa. Entonces comenzó a disparar. Disparó al vacío, a la oscuridad del bosque. Disparos a la nada, o tal vez hacia sí mismo, quién sabe. Pero eso le gustó; le pareció divertido.

Al volver a casa cayó en un profundo sueño. En el sueño era de nuevo un niño: el mismo niño torpe y desangelado. Pero, a diferencia de sus recuerdos —aunque borrosos—, estaba rodeado de otros niños que jugaban algo entretenido. Al despertar sintió una calma profunda, como si hubiera enterrado algo que no sabía dónde esconder. Comprendió entonces que siempre había actuado según las reglas, y que eso ya no tenía sentido, porque se había liberado del peso moral de ser alguien más.

A partir de ese momento comenzó a beber y a frecuentar prostíbulos. Una energía imparable se había apoderado de su cuerpo insatisfecho —quizás en desuso—, y ahora sentía que la sangre le corría con violencia. El corazón palpitaba a un ritmo frenético. Comenzó a consumir cocaína. Nunca había probado las drogas, pero era como si toda su vida hubiese sido un adicto a todo. Casi sentía que no le hacían efecto, porque, por fin, se sentía él mismo. Él, y no el otro: el niño acobardado tras las faldas de su madre, temeroso del castigo de su padre. Ahora era dueño del mundo y de su destino.

Solía entonces salir de madrugada, a veces sin haber dormido, y disparar a los árboles. Una noche de invierno, la luna iluminaba la nieve con un resplandor azulado y profundo; podía verse entre las ramas el fondo del paisaje. Disparó a unos troncos, y de pronto una sombra emergió desde el fondo blanquecino. Parecía un gato, pero un gato enorme. Cuando lo tuvo a cierta distancia, pudo contemplar el cuerpo majestuoso del animal: un tigre albino, casi un fantasma, con la mirada fija en su cuerpo. La mirada de un cazador que ha encontrado a su presa.

En lugar de empuñar el arma en señal de intimidación, se quedó perplejo ante el imponente animal.

El tigre avanzó unos pasos, lento, sereno, como si cada movimiento respondiera a una coreografía secreta. El hombre, inmóvil, sintió que el aire se congelaba en su garganta. El brillo lunar se reflejaba en el pelaje blanco, y por un instante creyó ver en esos ojos su propio reflejo, multiplicado y deformado, como si el animal fuera el espejo que la vida le había negado.

El tigre se detuvo frente a él. El hombre bajó el arma. No sabía si era por miedo o por una súbita certeza: aquel ser no venía a matarlo, sino a reclamar lo que le pertenecía.

Entonces el animal se abalanzó. No hubo gritos ni disparos. Solo el sonido de la nieve cediendo bajo el peso de ambos cuerpos, y luego un silencio espeso, casi dulce.

Cuando amaneció, el coche seguía en la orilla del camino, con la puerta abierta y las huellas borradas por la escarcha. Nadie volvió a verlo. Pero algunos leñadores, al pasar por el bosque, juraron haber visto, entre la niebla, la silueta de un tigre blanco que caminaba erguido, con ojos humanos y una sonrisa apenas visible bajo la luz gris del invierno.

Acceder
  • Ese lejano resplandor
  • Ramiro
  • Mentiras inefables
  • Monstruos
  • prólogo
  • noviembre 2025
  • octubre 2025
  • septiembre 2025
  • agosto 2025
  • junio 2025
  • mayo 2025
  • agosto 2024
Funciona gracias a WordPress | Tema: micro, desarrollado por DevriX.