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Las causas de la trizteza

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Seoul without Soul

Publicada el 2025-08-25 - 2025-08-25 por TRZTN

La historia se piensa mientras se escribe. Ocurre en una ciudad vacía. En realidad, los márgenes de una megalópolis que ha relegado a sus orillas los vestigios de un pasado irreconciliable con su presente sintético. Una ciudad dentro de otra ciudad. La una, abandonada y en ruinas. La otra, desbordada, pero carente de alma.

Una persona sale de su zona -de confort- y se adentra en este viaje arqueológico de la memoria, una memoria clausurada, que se resiste a morir.

En medio de las calles en ruinas, los gatos y los niños corren libremente. Se despliega un territorio sin dueños, sin represores, sin reglas. Los fantasmas también abundan en sus calles. Hacen chirriar las puertas, dejan caer objetos desde los tejados, como señales de una existencia futil y efímera. Algunos funcionarios de escasa jerarquía realizan tareas burocráticas. Vestidos con uniformes restallantes, toman notas en tablets o sacan fotografías al vacío, en un acto de inutilidad o de absurdo propio de las instituciones estatales.

En el recorrido se encuentra con otros errantes. Algunos han ocupado los tejados y encienden fogatas que brillan como antorchas desde la cumbre de la colina. Aún queda en pie un templo al que acuden algunos fieles a rezar sus últimas plegarias, como si fuera el fin del mundo o el principio de uno nuevo. Es preciso despedirse de los viejos dioses, enterrar los viejos dogmas y erigir bajo la llama del progreso la nueva religión del dinero. La tecnología es la llave para la inmortalidad. Ya no se predica en nombre de ningún dios, cada uno puede serlo.

En una pequeña habitación, abrazada por el moho y una mancha de fuego, nuestro personaje adopta una actitud de recogimiento; un pequeño cuerpo yace inerte en el piso. No es un cuerpo humano, no es un cuerpo animal, es solo un cuerpo, un organismo que ha sido desmembrado. La imagen recuerda las masacres de un presente que se muestra como pasado en televisores viejos. La ciudad reniega del horror y ofrece relucientes destellos del espectáculo; hasta la muerte da risa en esta historia. Las pantallas se llenan de rostros muertos, maquillados como vivos para no parecer lo que realmente son; cadáveres y restos. Es la nueva tendencia de un futuro precedido por el algoritmo. Es el remanente de la vieja ciudad, que da paso a un nuevo complejo de agujeros y túneles por donde la vida se desplaza sin más propósito que el de cumplir con el programa de gobierno. La ciudad sin alma. La ciudad sin espíritus.

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La corbata al cuello

Publicada el 2025-08-20 - 2025-08-20 por TRZTN

Atando el nudo de su corbata, Antonio recuerda aquello que le dijo su compañera medio dormida al despertar. Mujer que amaba con total ceguera, como solo se puede amar en esta vida, una vida que a Antonio le parecía ser simple y llana hipocresía. 

No comprendió sus palabras sino hasta demasiado tarde esa mañana, mientras se vestía en el baño. Pensó que llegaría tarde al trabajo y el sueño se quedó atrapado en el pensamiento de ella, mientras ella lo soñaba, hasta unos segundos después de abrir los ojos entre murmullos y esfumarse como algo impreciso que no puede ser descifrado fácilmente. Si aquel sueño era importante, pensó, ella lo llamaría por teléfono. 

Aquella mañana se presentó nublada en la ciudad. El lunes todo se mueve rápido, concatenando acciones previas con las próximas actividades, todos sumidos entre la desesperanza y el tedio de trabajos cien por ciento mecánicos e inútiles. Cada semana se reproducía igual a la anterior, cada día era una previsión de la siguiente y todo se desarrollaba de manera más bien circular. La sociedad entera funcionaba como un reloj. Antonio se consideraba una pieza más del engranaje social, y si no fuera por ella, por ese amor incondicional que le tenía, hubiese desistido de continuar con esa rutina asfixiante. Ella era un motivo suficiente para transformar su gris existencia en radiante claridad. No veía las cosas negativamente, sino más bien se negaba a crear una mala imagen de sí mismo y de los que le rodeaban. Era del tipo de personas que aceptan las cosas tal como son. En el fondo creía que la gente hacía lo que hacía por amor, por estar bien. Si se mataban unos a otros era por pasión.  

“Anoche soñé con pingüinos. Llegaron volando sobre los edificios. Miles de pingüinos de ojos rasgados y oscuros. Los vi descender por la calle, y quedarse ahí. Los vi como descansaban después de nadar por los aires, hinchados de alegría. Me vi en ese instante como si fuera uno de ellos. Volé como un pájaro sin alas sobre la ciudadela. Atardecía y una espectacular aureola de nubes de colores vibraba en la arena de una playa que el viento se encargaría poco a poco de borrar.”

Sales a comprar unos artículos a la librería. Entonces bajas por el ascensor. En el cuarto piso sube una mujer. En el tercero suben dos señoras de la limpieza y un oficinista senior. En el segundo finalmente no sube nadie. El silencio se corta con los pasos reverberantes del recibidor, mientras las señoras de la limpieza te miran compasivamente.

Deambulas, caminas por el filo de la vereda. Enciendes un cigarrillo y lo apagas enseguida. Pasas por la puerta de una librería y decides seguir andando. Más adelante encontrarás otra vitrina que también dejarás pasar. Caminas varias cuadras hasta que de pronto se hace tarde. Está oscureciendo. Estás en una esquina que desconoces. Desconcertado levantas el celular. “Hola, si, tuve un accidente. Me llevaron al hospital. Como que me golpeé en la cabeza. Tardaron haciéndome exámenes, al final me dijeron que no tenía nada, pero tengo que guardar reposo unos días. Debo estar hasta el miércoles en el hospital, cualquier cosa me llamas allá.” Cuelgas abruptamente. Ahora estás viendo que, de no volver en tres días, mejor será no volver nunca más. 

La primera noche Antonio durmió en el parque. Con los pesos que le quedaban, compró un paquete de cigarrillos y una botella de jugo, compró un encendedor y guardó las últimas monedas que le quedaban para hacer un llamado telefónico. Al día siguiente, su ropa parecía un poco gastada, roída por la calle y la noche. Al pensar en su mujer, en aquella frase que le taladraba el cerebro, solo supo evocar una imagen, un recuerdo que siempre estuvo oculto en su memoria por considerarlo desagradable. A diferencia de aquellas imágenes que suprimen la forma de lo representado, siendo ellas nada más que breves ilusiones en un tiempo que no tiene lugar, las suyas son más bien proyecciones que actúan como burdo soporte de la realidad, transformando el deseo en resignación, en una falsa imagen de sí mismo y de todo lo que le rodea. Entonces, se da cuenta que ella finalmente tenía razón. Siempre la tuvo, pensó. Soy menos de lo que creo ser y más de lo que nunca seré, se dijo, como si fuera una misteriosa revelación. Siguió vagando por las calles, noctámbulo, casi ciego y sordo, hasta quedarse dormido entre las matas del parque.

Al tercer día, volvió a la oficina como mecánicamente, esta vez transformado en un demonio cuya cola se arrastra por los pasillos y deja un olor a mierda y a azufre impregnado en los sofás, en las sillas tapizadas de ese horrible color azul milico, ese incómodo azul que no se parece en nada al cielo que soñaba, al bosque que se olía en su cuerpo tras las noches entre los arbustos del parque. No tenía intenciones de herir a nadie, aunque su sola presencia resultara en una ausencia insoportable. Desenfundó un cuchillo que había robado en la cocina de un hotel, no sabe cómo había entrado allí pero el hecho es que su mano empuñaba el filo con total naturalidad. Se propuso asesinar al dueño o al gerente, aunque fuese en sí misma una empresa imposible, ya que los guardias lo detendrían antes de llegar al pasillo. Entonces comenzó a cortar los cables de red que conectan las computadoras con el servidor central, y de paso rajar esos inmundos muebles mientras recordaba vagamente a su compañera, aunque era esa frase maldita la que le hacía eco, como si fuese la clave de un acertijo para abrir un portal, por el cual escapar de toda esa vida de mierda que jamás pudo hacerlo feliz. Y allí estaba, tratando de sacarse de encima a los guardias y los empleados, que en un gesto de heroísmo intentaron detenerlo, no para ayudarlo, no para contener su ira, sino para defender su maldito puesto de trabajo, su miserable posición de clase que los mantenía siempre al margen de sus verdaderos deseos. Más de alguno sintió que esa energía se apoderaba de su espíritu, pero se contuvo, mientras un grupo de paramédicos le sujetaban los brazos con una camisa de fuerza que de a poco le cortaba la respiración. El nudo de la corbata aún le apretaba el pecho y sintió una asfixia en el corazón, como si fuera un condenado a la horca. Descompuesto pero liberado de toda culpa, esgrimió un graznido de pájaro, o de un animal que se sabe camino al matadero. Después, un silencio culposo se apoderó de los pasillos para luego de un instante retomar el compás frenético de la rutina habitual.

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El significado de los días

Publicada el 2025-06-01 - 2025-08-21 por TRZTN

escribes con mayúscula los nombres propios, los sustantivos, las viejas  deidades, los íconos del pop. pero qué pasa con aquellos nombres que no tienen estatus, que no ocupan las portadas de ningún medio, qué pasa con los nombres ajenos, con las últimas palabras de un desconocido a modo de epitafio, que pasa con las misivas de un amor ausente, cartas que no serán enviadas, cartas escritas a mano, con faltas de ortografía, para algunos un insulto a las buenas costumbres del lenguaje, pero palabras al fin, que tienen más sustancia que un don, o una doña, y que sin embargo permanecen retenidas en los labios, sin atreverse a pronunciar un te amo, un te extraño, por temor a la ignominia del rechazo. las fotografías de esta absurda linea del tiempo dicen que puedes ser feliz, pero dentro de la pantalla, con esa sonrisa ensayada mil veces frente al espejo del baño, exhibiendo el torso semidesnudo de un cuerpo desbordando una juventud que pronto desaparecerá, pero que persiste en esa toma furtiva pero sobre actuada, que ya no es una escena original, sino una réplica de millones de imágenes preparadas con la misma pretensión, con el mismo ánimo de perdurar. yo necesito decirte que si te hubieras quedado esa tarde en el auto, te hubiera dicho esas minúsculas pero trascendentes palabras, y tal vez yo no estaría aquí, tal vez hubiese muerto de amor por ti, y sin embargo vivo, otra vez, caminando hacia una itaca imaginaria, anhelando a una penelope imaginaria, que teje hilos desnudos, imaginarias prendas para un futuro que no vendrá, un espejismo, una trampa perfecta para espíritus atávicos, como yo, un fantasma que se arrastra hacia tu olvido. dejaré de escribir solemnemente, para pronunciar mi desacato a las reglas del neo-lenguaje. dejaré de imprimir los mismos gestos de hipocresía para escupir en el pavimento toda mi batería de improperios. tal vez así me desate del karma de ser otro, ese avatar de mí mismo, y tal vez puedas escuchar en la distancia, las bellas palabras que guardo para nuestro encuentro. y quizás pueda ahorrarme unos puntos y unas comas, para amarte con minúsculas y de un solo párrafo. mientras tanto ayuno mis textos para contraerme, para deshojarme en tus ramas, en tus canelos floridos, en tus honduras de patio de invierno, en tus sempiternas memorias. me lleno de aire los pulmones y entro en el agua como si fuera un niño a punto de ver la luz, escupido por la oscuridad de un paisaje que ya conocía desde antes, en sueños de otras y en sabanas de otros, en besos deslavados por la lluvia, por el rimel descorrido, como un derrame de sangre en el fondo blanco de la nieve, el fondo vacío que algún día acabará por llenarse. escribo de madrugada, sin dormir, sin conciliar descanso, exhausto de verme dentro de la misma historia, del mismo desenlace. este cuento me parece repetido. aunque lo escriba mil veces, tu nombre no desaparecerá, tú me borrarás antes. y cuando me encuentres en la papelera del olvido, algo más viejo e inservible, sabrás el verdadero significado de los días, si no lo has descubierto ya, en medio de tanta basura cósmica. y esta frase indeleble, reafirma que el caos del universo tiene una sola misión, la de expandirse, y que en esta nave viajamos juntxs, hasta el próximo reinicio.

El brujo

Publicada el 2025-05-20 - 2025-05-20 por TRZTN

Te mantienes en silencio, mientras los demás hablan. Esa paz tuya no la encuentro, te dice Rodri, el de la cresta rosa y camiseta rajada en el abdomen, que deja entrever un tatuaje alrededor de su ombligo donde se lee NI DIOS NI AMO NI MASCOTA… mientras toma un trago de cerveza y te alcanza la botella. No quiero, respondes, pero al final te quedas bebiendo unos tragos con los pankis en la vereda. A esta hora, las sombras deambulan por el barrio de Constitución esperando matar el tiempo, como si el tiempo se pudiera matar cuando es el tiempo el que nos mata, nos hace desaparecer estando ahí, encerrados en esas cuadras oscuras, pasando desapercibidos de todx y de todxs.

De noche duermo con los ojos entreabiertos. En el parque puedo dormir tranquilo. Peor es quedarse en una esquina, o en la puerta de un banco o de una iglesia. Las instituciones tienen a sus represores, instruidos para defender sus templos, aunque ellxs mismxs sean carne de cañón para los propietarios de la fé y el orden público. Después, las leyes se encargan de encarcelarnos, aunque aún no hayamos hecho nada contra ellos; las leyes previenen contra cualquier ataque al poder inmanente, disfrazado o de uniforme.

Una mujer pasa frente a nosotros, cargando un bolso cuadrado, cubierto de un plástico verde. Lleva consigo todas sus cosas, toda su vida a cuestas. El pelo azuloso, la cabeza semi rapada, el cuerpo viejo y gastado cargando esa pesada forma oscura. Nos pide un trago. Bebe largamente y se va sin decirnos nada, aunque vino hablando sola y continúa con su monólogo, mientras se aleja, cruzando el semáforo en gris. Dos niños raquíticos encienden un porro y la observan con distancia, como si la conocieran de siempre.

Ellxs hablan. Todos hablan y ríen, aunque la noche es fría y triste y no hay motivos para sonreír. Leto me ha invitado un trago. Ríe con las bromas del Lechuga, un pibe que ha venido del sur, de un largo viaje por la patagonia. Cuenta como le sobrevivió a la noche austral y convivió con los espíritus y fue soñado por una machi, cuando su pierna fue mordida por un perro rabioso. Leto lo miraba y Patri, amigo de Rodri, miraba a Leto. Le ofreció un trago de birra, y le ofreció llevarla a su casa esa noche. Yo permanecí en silencio, aunque bien pudiera haberle reventado la botella en la cabeza. Sentados en la vereda tarareamos las mismas canciones que cantamos tantas veces. Íbamos a caminar unas cuadras hasta la parada, pero ahí mismo quise despedirme. Caminé hasta un banco de plaza en el borde del río. Miré el sol alzándose sobre la costa y cerré los ojos. Otra noche menos, otro día más, pensé. Entonces me dormí.

Más palabras vacías

Publicada el 2025-05-20 - 2025-08-21 por TRZTN

Si alguna vez dejara de ser tan cursi y dijera las cosas por su nombre, sin eufemismos, sin rodeos estúpidos. Si pudiera mirarte fijamente, con estos ojos viejos, y dejara correr mis lágrimas como cuando nadie me ve. Si te dijera lo mucho que siento el haber quedado tan mal contigo. Si me pudieras escuchar en ese tono suave como cuando me conociste. Volver a la primera impresión. Recuperar la confianza, sobreponernos a las odiosidades que nos dijimos, dejar caer mi mano acusadora, mis quejas y mis prejuicios. Tal vez ahí, en el principio, algo que se perdió en el camino pueda devolvernos la alegría de habernos conocido, y no quedarnos con la amargura del arrepentimiento, la maldición del día en que nos cruzamos por primera vez. Sé que ya es tarde, que desempacamos nuestros proyectos y cada uno se llevó lo que pudo. Algo mío quedó entre tus cosas, y quizás algo de ti permanece en mis recuerdos. No se puede borrar la memoria así como así, cuando uno quisiera, y aunque duele, aunque me despierte cada día con ese vacío, los malos momentos igual nos pertenecen, son parte de uno y al final del camino todo cuenta, todo es parte de la misma historia.

Pero quisiera ser más concreto, más directo. Me falta mucho, pero también me sobran kilómetros de palabras de las que bien pudiera prescindir. Al final no son el objeto de mis sentimientos, las palabras son sonidos inexactos, confusos, cuando la emoción no deja espacio para la duda. Pero si la emoción es confusa, más lo serán las palabras. Tampoco espero que me escribas. Sé que eso no va a pasar. Para ti es más fácil callar. O es más sabio. Todo lo que digas puede ser usado en tu contra. El silencio está a tu favor. En el corazón de las cosas, hay tanto que desechar y tan poco que rescatar del naufragio. Pero todo ese tiempo, ese preciado tiempo que nos dimos, debe significar algo. El significado de los días, de las palabras, de los gestos invisibles. Todo y nada en un torrente de recuerdos vagos. Cuánto cabe en este cuerpo, cuántas sensaciones, cuantos cosquilleos, que más temprano que tarde desaparecerán. Entonces será el recuerdo de un sentimiento difuso, tal vez un error. No sabré nada más de ti, pero espero borrar el rencor y algún día recordar con cariño los años compartidos. Por ahora, el cajón de los recuerdos acumula más y más polvo a la ya terrosa memoria de ti. 

Soñamos

Publicada el 2025-05-19 - 2025-08-16 por TRZTN

La sensación es de hambre y mucha sed. Afuera llueve pero hay sol. No hay un día igual al que le precede. Aunque al día le siga la noche, cada ciclo es nuevo, o viejo tal vez. Tengo la certeza de haber vivido un sueño del que ya he despertado. El sueño de la muerte en vida. Las historias se repiten, los lugares cambian.

Aparecí en una casa, estábamos tomando pisco. Yo había venido con el sociólogo y el ingeniero, para conversar sobre el registro de un proyecto que iban a presentar en el Fondart, en alguna categoría o especialidad que no viene al cuento. Lo más bonito es que en el jardín había un laurel, añoso como esos que ya no hay. Centenario quizás. Un sobreviviente, en el patio de mi casa.

Acuden a mi mente imágenes precisas de recuerdos borrosos. Rostros que ya olvidé. Gente que perdí. Amigos que ya no lo son.

El ingeniero habla de números. El sociólogo insiste en los porcentajes. Las probabilidades aumentan mientras las posibilidades disminuyen. Escribo al revés, en una página en blanco. Me la paso borrando frases, oraciones imposibles. El verbo se cae a pedazos, la sintaxis se vuelve caótica y perdemos los artículos del sujeto.

Ya está listo, firmemos. El sociólogo estampa su letra con escupo. El documento crece y se desborda. La impresora echa humo.

Sueño con mi padre llorando. Solo una vez lo vi llorar en toda mi vida. Y fue recordando su niñez. Yo era un niño, viendo llorar a mi padre, recordando su niñez. Pero en el sueño yo era el viejo, y él era joven. Reconocía finalmente sus errores. Mi madre y yo lo perdonábamos. Y en ese acto de perdón, que es el reconocimiento de la culpa -aunque nadie debiera sentirse culpable- él se quebró y lo vimos llorar.

Estaban mis abuelos también. Y eso es raro porque ellos están muertos. O al menos yo los enterré.

Volvimos a casa de noche y los perros ladraron al vernos. Dejaron de ladrar cuando abrimos la puerta. Se subieron al sillón como siempre y nos dejaron el suelo. Nos fuimos a dormir con la sensación de estar despertando. Una mañana tibia, una tibia mañana, una mañana linda.

Hermano

Publicada el 2025-05-15 - 2025-07-28 por TRZTN

Vino mi hermano, y me inundó la nostalgia. 

Llegó con regalos, cosas que no tenían valor en absoluto, solo gestos parecidos a un abrazo, y algunas impresiones vagas del pasado. 

Fue un sueño largo, en una noche estrellada. Un sueño que me hizo despertar para seguir soñando. 

Entonces me levanto y observo el marco de la ventana; ahora comprendo todo, la luna nos mira detrás de los cerros blancos.

Vino mi hermano y hablamos del pasado, hablamos de historias que no nos habíamos contado nunca, revelamos los secretos de la familia a la luz de un fuego que prendimos en el patio. 

Al amanecer, ya borrachos y medio dormidos, nos despedimos sin darnos siquiera un abrazo. 

Desapareció antes que pudiera decirle lo mucho que lo quería. No nos volvimos a ver, pero es como si aún estuviéramos acá, mirando la luna amarilla, apagándose tras las montañas.

inter-fazes

Publicada el 2025-05-04 - 2025-05-11 por TRZTN

mirábamos el sol en la penumbra de los cristales, de una ciudad edificada sobre espejos que nos devuelven invisibles. ardíamos de rabia ante la impotente marea de idiotas que suben y bajan escaleras, en torres empinadas hacia un cielo gris, apretando botones en sus dispositivos, aferrándose a una realidad imposible y absurda de una pantalla que nos borra poco a poco. lo que importa está ahora en el presente, te observa y te vigila, pero crees ser tú la quién decide. falsos profetas declaman las últimas tendencias, mientras tanto yo escribo sin mayúsculas, sin apelar al orden de la sintaxis, desobedeciendo a las reglas, destruyendo sus avatares, sus figuras disfrazadas de gurús que alimentan el miedo, otro disfraz que se superpone a la vida, como tantas otras falacias. mi página web se desintegra en píxeles oscuros y escalas de grises y vuelvo a existir en pleno bosque, abrigado por sombras y susurros, protegido de las ondas electromagnéticas de los aparatos, adosados al cuerpo como amuletos o como fantasías de un espectáculo porno. la nueva realidad es el fetiche de los mediocres, y a ella nos aferramos como a una simulación. desde allí inventamos los neo-mitos de la neo-cultura humana, mientras que nada ha sido creado aún, más bien todo es una copia burlesca de su original, en esta era donde copiar y pegar se simplifica en dos clics. y clickeamos como si fuéramos a disparar, empuñando el mouse o el dedo o lo que fuera que nos impone la interfaz del tecnopoder. un poder que radica en la incapacidad de la memoria colectiva, en la existencia del dispositivo como portador del mensaje y no en la reflexión, no en la cadencia de los astros y sus millones de historias. y hoy todo es una escenografía, hasta la tierra misma que pisamos, no es más que una cúpula dentro de una gota de agua sobre el lomo de una tortuga.

Entramos en el bosque

Publicada el 2025-05-04 - 2025-05-11 por TRZTN

1 Yo no cuento historias, escribo conjuros. Voces que descienden de mi cabeza hasta la punta de mis pies. Por donde piso surgen nuevas palabras, expresiones del bosque enredadas como hiedras, susurrándome la dirección que debo seguir, o si debo detenerme.

Soy parte de este relato. En todas sus líneas fluye mi sangre, la raíz de todo crece hacia el fondo del agua, que obedece a la gravedad, buscando en la orilla un espacio para colmarse.

Aunque nada me pertenece, yo tampoco pertenezco a ningún sitio.

Y me pregunto, ¿de dónde vienen mis imaginarios? Si han sido impuestos, a fuerza de doctrinas, o si los he imaginado yo realmente. Y de cuáles podría desprenderme para responder a tu pregunta; si soy lo que soy, ¿se lo debo al mundo o el mundo me lo debe a mí?.

He nacido producto del amor, pero he vivido rodeado de odio. Se apagaron todas las luces, viajx solx en esta nave oscura.

Las máquinas ejecutan la acción mecánica de un orden abstracto; levanta esto, tritura aquello, secciona, divide, copia, pega. Los humanos somos cada vez más dependientes de esas acciones. Creo entender el sentido de las redes sociales; son un medio para anular al individuo y convertirlo en su espejo, atrapándolo en el círculo de su propia introspección, donde todo pasa por el filtro de una identidad aislada de sí, conectada con otros islotes, igualmente anexados al vacío. Enmascarados en la proyección, el acto de verse en los demás es una mirada autorreferencial, que exige cada vez más imágenes y cada vez menos imaginarios, reduciendo lo colectivo a una suma de likes, a una interfaz diseñada para perderse en su desdibujado reflejo.

Mucho tiempo estuve convencido de no pertenecer a ningún lugar. Pertenecer es, en cierto modo, subordinarse a ser parte del paisaje. Y yo quería ser el paisaje. Quería. Peor, soy un nombre inscrito en la placa de identificación. Y yo no quiero ser el número, no quiero ser una cifra. En gran parte, mi vida ha sido una fuga permanente de lo que soy hacia lo que quiero ser, o por lo que quiero ser reconocido. Pero la verdadera fuga implica romper con las cargas que son ese lenguaje común, los tópicos de la vida cotidiana. Pero mientras una partícula de mí siga atada a esas convenciones absurdas, será siempre el retorno la única y verdadera huida, el único escape, la gran desilusión. La verdadera historia está allá afuera.

Pero, ¿hacia dónde debo ir, si acabo de llegar? Y ¿cómo he de volver, si jamás me fui de acá?

Viajo en dos partes. Una siempre se queda, la otra, por el contrario, está permanentemente huyendo, atrapada en esa interminable carrera para encontrar el último sendero, la última experiencia. Viajo con las dos mochilas, la que dejé en algún lugar, y la que recoge todo en el camino. Un palo, una piedra, un perro amigo, una conversación. Como la última y la primera, cada una de esas experiencias ha llenado mi existencia. Lo pasajero no es desechable, menos aún cuando se convierte en un instante bello, un rito que enciende la llama del espíritu cada vez que la invoco, y ninguna fotografía podrá retratar esos momentos. Es más, los destroza cada vez que vemos en el reflejo egocéntrico, la sonrisa esbozada mil veces para la cámara, el momento que no difiere, porque todas son el mismo ensayo de la felicidad. El goce viene y desaparece tras ser recorrido, tras ser visto por enésima vez. Luego, pasas a la siguiente imagen, y otro tiempo irrumpe, otro recuerdo violento que ya pasó. Entonces nada puede detener la línea de tiempo, porque todo se diluye en melancolía. Convertimos al presente en una simple y llana extrañeza. Como algo que nunca pasó.

Miro hacia atrás para comprender cómo he llegado hasta aquí. En medio del bosque cerrado, a plena luz de luna, la rabia y la tristeza se pierden como sombras ciegas, que chocan contra los troncos arrasados por algún viento cetrino, y siento mi cuerpo más liviano. La sangre corre acelerada y mis latidos se confunden con el croar de las ranas nocturnas. Camino sin zapatos. El suelo está húmedo y frío, y siento ese temblor que viene del volcán y recorre las raíces y el musgo que llega hasta mi cuerpo, para susurrarme los secretos de esta noche, con la voz bajita, para no despertar a los pillanes de sus sagrados refugios. 

2 Amanece. La bruma descorre el cielo entre escarpadas cornisas de roca y árboles ancianos que parecen colgarse de las nubes. A lo lejos, se acerca una lluvia fina que va reverdeciendo los cerros. Las hojas brillan cuando el sol aparece entre los nubarrones, y no sabemos si es el momento de sacar una foto o de posarnos ante el paisaje, o de simplemente ser parte el paisaje.

Entonces entramos en el bosque, o el bosque entró en nosotrxs.

Caminábamos en medio de troncos enormes, blancos como los huesos de algún animal prehistórico, troncos removidos del silencio, aún erguidos, para contarnos un relato de tormentas ciegas, donde lo único que puede rondar en esos senderos, no debe ni siquiera ser nombrado. La oscuridad devuelve a la tierra sus misterios, y en ese andar por el bosque percibí nuestra pequeñez ante tanto tiempo detenido. Si quisiera devolver mis pasos, habría de pensar bien en no poner las mismas huellas, en no tapar el rastro que otros dejaron, aún sabiendo que el tiempo y la lluvia harán ese trabajo por nosotros.

No supe decir que no. Me amaron pero también colapsé como quién cae abatido en el último round, con la certeza de haber perdido el tiempo, pero sabiendo que es absurdo cuestionarlo. No se recupera lo que se ha ido para siempre, incluso si los pensamientos te llevan al olvido, la nostalgia transmuta esas imágenes en nuevos artefactos de la memoria, inútiles en tanto recuerdos perdidos, sin conexión. Aún queda el rezago de un sentir profundo, de un suspiro o de una pulsación que perdura, a pesar de todo. Recuerdo el amor como una trampa sobre la que, sabiendo sus consecuencias, me deje llevar más de una vez.

Esta página podría estar de más, si no fuera porque la escribo a deshoras, en una noche de insomnio, perdida toda la esperanza de conciliar un buen sueño, temiendo caer en otra pesadilla espesa, donde suelo ser testigo de cosas horribles, sin que ello trastorne mi letargo. Entonces, pienso en algún lugar fui feliz, aunque no haya vuelto de allí con nada digno de conservar. La felicidad es el dulce sueño antes de nuestra última agonía.

Exilio

Publicada el 2025-05-04 - 2025-05-09 por TRZTN

Vengo de la frontera. Donde los fantasmas del incendio acechan los márgenes, combatiendo el odioso pavimento y su rencor policíaco.

He sido traicionado por mis instintos. Creí y fundé amistades que perforaron mi cuerpo, llenandome de orificios por donde me desangro lentamente.

Sin embargo, mi viaje apenas ha comenzado. No he hecho sino preparar el camino que me hará torcer hacia el futuro, retroceder al final de nuestra época, hacia el origen de ese cúmulo de microscópicas pero definitivas galaxias, donde nace la raíz de todo lo que partió hace tanto tiempo.

Miro hacia abajo, y busco entre la hierba un trébol de cuatro hojas. El hecho de no encontrarlo alimenta mi búsqueda. No se ha perdido nada en el intento. Pues para qué sirve la vida, sino es para perderla, o para que el tiempo no se apodere de mí.

En realidad, los sueños, gestados en el pensamiento, predisponen al cerebro -ese trozo de carne acuoso y flexible- a la recepción de ciertos impulsos. De tal modo la sugestión, un anhelo fracasado en la retina, resulta a simple vista una aparente casualidad. Pero las leyes del universo impiden que lo casual exista. Tan solo es un juego de similitudes y escasos aciertos, o tal vez de pérdidas.

Yo me escurro lentamente y al caer subo y mi cuerpo late en un ritmo que transmuta mis emociones entre dos polos, quebrando las leyes humanas, las estúpidas leyes que hemos inventado para sobrevivir al tiempo, cuando es bien sabido que estamos atrapados en él, somos su cuerpo.

La arquitectura de ese organismo es un medio para comprender la vida, porque, ¿de qué está hecho el mundo, sino de nosotrxs?

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